martes, 28 de mayo de 2013

Que la medicina sea tu alimento y el alimento tu medicina

La historia de la botánica medicinal es tan antigua como la historia de la humanidad, estando estrechamente unida la una a la otra. Los conocimientos de nuestros antepasados son la base de la medicina experimental de la que asombrosamente nos beneficiamos hoy día. Ellos tenían la capacidad de reconocer las hierbas medicinales gracias a la intuición o al instinto, pudiendo así distinguir las plantas beneficiosas, las comestibles o las dañinas.

Galenos vivió aproximadamente 200 años d.c. A él debemos información detallada con la que elaborar destilaciones, tinturas y pomadas vegetales. Él dijo: En cada planta y en cada tallo vive un espíritu que alberga una gran fuerza que ahora está sujeta por la materia. Pero si se reconoce la signatura de la planta se pueden deducir sus fuerzas sanadoras. Fuerzas maravillosas se hallan en los medicamentos. Apenas se puede creer que la naturaleza los albergue en sí.

Entre 500 y 400 años a.c. vivió Pitágoras quien investigó las plantas medicinales y demostró ya por ejemplo que una buena dieta y un ritmo ordenado en la vida es recomendable para mantenerse sano y recobrar la salud. En esa misma época vivió Hipócrates, considerado el padre de la medicina moderna. Él enseñó que había que aprender de la naturaleza y tratar las enfermedades con plantas medicinales, agua, aire fresco y una alimentación ligera.

Lo cierto es que las plantas quieren ser nuestras amigas y nos quieren ayudar. Vayamos por tanto conscientemente a la naturaleza y comportémonos como amigos. Gracias a la palabra profética en la actualidad dada a través de Gabriele, sabemos que todas las formas de vida están unidas entre sí por el Espíritu de Dios y también en constante comunicación. Por eso cada atención positiva del ser humano para con la naturaleza y cada forma de reparación del daño causado puede tener un gran efecto en toda ella.

Salgan a la naturaleza y tomen contacto con los elementos y con las plantas. Se darán cuenta de que se sienten más tranquilos, más sensitivos. Pero si no conseguimos una tranquilidad profunda es porque algo lo impide, quizás algo que le intranquiliza y que le impide estar en armonía. Dese entonces un poco de tiempo para reflexionar, para ir al interior y descubrir aquello que no está en orden. Pida perdón sí con su prójimo no actuó bien y luego dé las gracias. El Espíritu Creador nos da incontables oportunidades y ayudas para ser más felices, libres y plenos, ¡déjese conducir!

Por Ana Sáez Ramirez / www.radio-santec.com

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